Sí, muy señores
míos. He tenido la osadía de usar una de las denominadas por mí frases “a la
inversa” en el post anterior como título para mi siguiente disertación. En
realidad, también lo hice con “Trabajar para vivir o vivir para trabajar”. Lo
admito, siento debilidad por ellas. “Me llamo Yu Kyoung y tengo un problema: soy
adicta a las frases pedantes y he venido a Frasistas Anónimos como primer paso
para curarme”.
Haciendo un
doctorado en Física y siendo una aficionada apasionada de la pintura, más de una
vez me ha quedado patente que la ciencia y el arte, en un principio dos cosas
que parecen totalmente opuestas, comparten una característica en común, que es
sin duda, uno de los ingredientes esenciales para encontrar el éxito verdadero
en ambos campos: la CREATIVIDAD. La creatividad, claramente es la guinda del
pastel, el aliño de la ensalada, lo que va a distinguir una obra señera de un
buen-o hasta excelente trabajo. En el caso del arte, siempre es mucho más
discernible la participación de la creatividad tanto en el alumbramiento de las
obras como en el resto de la idiosincrasia del artista: sus gustos, sus
costumbres, sus relaciones sociales, hasta seguramente cómo tendrá decorado el
baño, qué libros tendrá en el bidé para leer mientras uno está cagando; el tipo
de cortinas que usan para la cocina. En el caso de la ciencia, no parece tan
evidente el papel que juega. Sin embargo, los científicos, cuando desempeñan su
trabajo, se preocupan siempre de que desde los diseños de los experimentos, los
materiales e instrumentos de laboratorio empleados y los productos y
dispositivos fabricados hasta las charlas orales y los pósters científicos que
se exponen en un congreso y los artículos que se publican en las revistas de
investigación tengan una estética y una imagen lo más cuidadas posible.
Simplificando, los investigadores también quieren que sus trabajos sean
“bonitos”, que gusten a los demás, aparte de buscar problemas relevantes para la
comunidad científica y que supongan un desafío intelectual. De hecho, cada
investigador va a acabar revelando tanto en sus escritos como en sus
exposiciones públicas, realmente, hasta en la forma en que lleva a cabo sus
experimentos, su manera de ver el mundo, sus preferencias, su visión de su
trabajo y su enfoque personal: es decir, va a individualizar su trabajo. Al fin
y al cabo, la creatividad también se demuestra en la individualidad de la
persona.
En cuanto a la
contribución de la ciencia en el arte, lo primero que hay que decir es que el
segundo siempre ha sabido beneficiarse del avance (los avances) de la primera.
Sólo voy a referirme a un ejemplo concreto: el óleo. La mezcla adecuada de los
pigmentos con los aglutinantes adecuados en la proporción adecuada tiene toda
una historia química detrás del escenario. La invención del óleo a finales del
siglo XIV y principios del XV supuso muchas ventajas y mejoras en la calidad de
trabajo del pintor: éste podía tomarse todo el tiempo que quisiese para acabar
su obra, podía retocar lo que había hecho cuantas veces quisiera y podía jugar
con la cantidad y consistencia del óleo usado para obtener distintos efectos y
texturas. También permitía ampliar los colores de su paleta. La invención del
óleo está atribuida a Jan van Eyck. Me da igual quien fuera el verdadero pintor
que lo inventó, al igual que no me importa que Shakespeare fuera un impostor:
alguien hizo Hamlet. Alguien escribió Macbeth. Esas obras existen y trascienden
sobre la autoría (que por supuesto, también es relevante). El hecho importante
es que un pintor quiso mejorar su arte, sus obras, recurriendo a la fabricación
de una pintura adecuada y la obtención de la misma llegó tras todo un proceso de
elección de pigmentos y aceites y de pruebas de mezclas y proporciones, en
definitiva, la obtención del óleo requirió un trabajo de investigación y de
prueba y error, algo muy característico de la ciencia. También, por ejemplo, el
estudio de los colores y sus complementarios está relacionado inconscientemente
o no con la óptica.
Donde podemos ver
una clara intrusión de la ciencia en el arte y viceversa es en Leonardo Da
Vinci, científico y artista. En el arte, nos ha dejado su inmortal dibujo del
hombre de Vitruvio, que combina conocimientos geométricos y anatómicos para
establecer un canon de las proporciones humanas. Y como científico e ingeniero,
realizó el diseño de numerosos inventos, como máquinas voladoras, que no se
pudieron llevar a cabo porque estaban adelantadas a los avances de la época,
gracias a su imaginación. Es decir, probablemente un visionario aparece cuando
una mente racional y con curiosidad y capacidad de observación por los fenómenos
de la naturaleza es ayudada por la creatividad y el gusto por la estética.
Hace poco, la
imprescindible y carísima (no por la entrada, que era gratuita, sino porque no
es un autor muy conocido ni valorizado, por desgracia) monografía de Odilon
Redon nos mostró cómo este genial pintor estaba influido y maravillado por el
mundo microscópico y la naturaleza en general gracias a sus amigos científicos,
entre ellos el botánico Armand Clavaud. Y también, en la exposición que el Museo
de Arte Reina Sofía dedicó a Raymond Roussel se pudo constatar cómo su obra más
importante, Locus Solus, está protagonizado por un científico y sus diversos y
misteriosos inventos. Y a la inversa, cuando en la época de las grandes
exploraciones del mundo, los botánicos, biólogos y naturistas llegaban a los
sitios desconocidos, ¿no nos han dejado montones de cuadernos de campo y láminas
con dibujos muy hermosos de las especies animales y vegetales que se iban
encontrando? ¿No es eso arte?
Al final, si uno lo
piensa bien, la ciencia y el arte impregnan cualquier otra disciplina y no cabe
duda de que son dos campos distintos, pero hay mucha parte en la esencia de cada
uno que los acercan más que alejan: tanto el arte como la ciencia surgen de una
profunda inquietud intelectual. Al igual que se llegó a la mecánica cuántica en
la Física tras buscar la esencia de la materia, su constituyente último; el
arte, nos guste o no (yo más bien prefiero el arte figurativo), lo entendamos o
no (yo en un cuadro con rayas y manchas, veo rayas y manchas), ha evolucionado
hacia la abstracción como intento de suprimir todo lo no-esencial y así llegar a
depurar el contenido por completo. Ambas, ciencia y arte (en general) necesitan
una cuidada y detallada observación de la naturaleza, de lo que nos rodea para
plasmarla en resultados materiales. Y finalmente, ambas aprecian la belleza
tanto de lo que existe como de las obras que van creando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario