martes, 8 de mayo de 2012

EL ARTE EN LA CIENCIA, LA CIENCIA EN EL ARTE


Sí, muy señores míos. He tenido la osadía de usar una de las denominadas por mí frases “a la inversa” en el post anterior como título para mi siguiente disertación. En realidad, también lo hice con “Trabajar para vivir o vivir para trabajar”. Lo admito, siento debilidad por ellas. “Me llamo Yu Kyoung y tengo un problema: soy adicta a las frases pedantes y he venido a Frasistas Anónimos como primer paso para curarme”.
Haciendo un doctorado en Física y siendo una aficionada apasionada de la pintura, más de una vez me ha quedado patente que la ciencia y el arte, en un principio dos cosas que parecen totalmente opuestas, comparten una característica en común, que es sin duda, uno de los ingredientes esenciales para encontrar el éxito verdadero en ambos campos: la CREATIVIDAD. La creatividad, claramente es la guinda del pastel, el aliño de la ensalada, lo que va a distinguir una obra señera de un buen-o hasta excelente trabajo. En el caso del arte, siempre es mucho más discernible la participación de la creatividad tanto en el alumbramiento de las obras como en el resto de la idiosincrasia del artista: sus gustos, sus costumbres, sus relaciones sociales, hasta seguramente cómo tendrá decorado el baño, qué libros tendrá en el bidé para leer mientras uno está cagando; el tipo de cortinas que usan para la cocina. En el caso de la ciencia, no parece tan evidente el papel que juega. Sin embargo, los científicos, cuando desempeñan su trabajo, se preocupan siempre de que desde los diseños de los experimentos, los materiales e instrumentos de laboratorio empleados y los productos y dispositivos fabricados hasta las charlas orales y los pósters científicos que se exponen en un congreso y los artículos que se publican en las revistas de investigación tengan una estética y una imagen lo más cuidadas posible. Simplificando, los investigadores también quieren que sus trabajos sean “bonitos”, que gusten a los demás, aparte de buscar problemas relevantes para la comunidad científica y que supongan un desafío intelectual. De hecho, cada investigador va a acabar revelando tanto en sus escritos como en sus exposiciones públicas, realmente, hasta en la forma en que lleva a cabo sus experimentos, su manera de ver el mundo, sus preferencias, su visión de su trabajo y su enfoque personal: es decir, va a individualizar su trabajo. Al fin y al cabo, la creatividad también se demuestra en la individualidad de la persona.
En cuanto a la contribución de la ciencia en el arte, lo primero que hay que decir es que el segundo siempre ha sabido beneficiarse del avance (los avances) de la primera. Sólo voy a referirme a un ejemplo concreto: el óleo. La mezcla adecuada de los pigmentos con los aglutinantes adecuados en la proporción adecuada tiene toda una historia química detrás del escenario. La invención del óleo a finales del siglo XIV y principios del XV supuso muchas ventajas y mejoras en la calidad de trabajo del pintor: éste podía tomarse todo el tiempo que quisiese para acabar su obra, podía retocar lo que había hecho cuantas veces quisiera y podía jugar con la cantidad y consistencia del óleo usado para obtener distintos efectos y texturas. También permitía ampliar los colores de su paleta. La invención del óleo está atribuida a Jan van Eyck. Me da igual quien fuera el verdadero pintor que lo inventó, al igual que no me importa que Shakespeare fuera un impostor: alguien hizo Hamlet. Alguien escribió Macbeth. Esas obras existen y trascienden sobre la autoría (que por supuesto, también es relevante). El hecho importante es que un pintor quiso mejorar su arte, sus obras, recurriendo a la fabricación de una pintura adecuada y la obtención de la misma llegó tras todo un proceso de elección de pigmentos y aceites y de pruebas de mezclas y proporciones, en definitiva, la obtención del óleo requirió un trabajo de investigación y de prueba y error, algo muy característico de la ciencia. También, por ejemplo, el estudio de los colores y sus complementarios está relacionado inconscientemente o no con la óptica.
Donde podemos ver una clara intrusión de la ciencia en el arte y viceversa es en Leonardo Da Vinci, científico y artista. En el arte, nos ha dejado su inmortal dibujo del hombre de Vitruvio, que combina conocimientos geométricos y anatómicos para establecer un canon de las proporciones humanas. Y como científico e ingeniero, realizó el diseño de numerosos inventos, como máquinas voladoras, que no se pudieron llevar a cabo porque estaban adelantadas a los avances de la época, gracias a su imaginación. Es decir, probablemente un visionario aparece cuando una mente racional y con curiosidad y capacidad de observación por los fenómenos de la naturaleza es ayudada por la creatividad y el gusto por la estética.
Hace poco, la imprescindible y carísima (no por la entrada, que era gratuita, sino porque no es un autor muy conocido ni valorizado, por desgracia) monografía de Odilon Redon nos mostró cómo este genial pintor estaba influido y maravillado por el mundo microscópico y la naturaleza en general gracias a sus amigos científicos, entre ellos el botánico Armand Clavaud. Y también, en la exposición que el Museo de Arte Reina Sofía dedicó a Raymond Roussel se pudo constatar cómo su obra más importante, Locus Solus, está protagonizado por un científico y sus diversos y misteriosos inventos. Y a la inversa, cuando en la época de las grandes exploraciones del mundo, los botánicos, biólogos y naturistas llegaban a los sitios desconocidos, ¿no nos han dejado montones de cuadernos de campo y láminas con dibujos muy hermosos de las especies animales y vegetales que se iban encontrando? ¿No es eso arte?
Al final, si uno lo piensa bien, la ciencia y el arte impregnan cualquier otra disciplina y no cabe duda de que son dos campos distintos, pero hay mucha parte en la esencia de cada uno que los acercan más que alejan: tanto el arte como la ciencia surgen de una profunda inquietud intelectual. Al igual que se llegó a la mecánica cuántica en la Física tras buscar la esencia de la materia, su constituyente último; el arte, nos guste o no (yo más bien prefiero el arte figurativo), lo entendamos o no (yo en un cuadro con rayas y manchas, veo rayas y manchas), ha evolucionado hacia la abstracción como intento de suprimir todo lo no-esencial y así llegar a depurar el contenido por completo. Ambas, ciencia y arte (en general) necesitan una cuidada y detallada observación de la naturaleza, de lo que nos rodea para plasmarla en resultados materiales. Y finalmente, ambas aprecian la belleza tanto de lo que existe como de las obras que van creando.

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