lunes, 28 de mayo de 2012

EUROVISIÓN, ESE EXTRAÑO EVENTO ANUAL.


A las 21:00 suena el tonillo solemne de siempre. Los eurofans ya saben a qué me refiero. y aparecen los ganadores del año pasado castigándonos una vez más con la canción que ya habíamos olvidado hace muchos meses. Luego viene el tradicional saludo de bienvenida por parte de los presentadores en inglés y francés. Finalmente  empieza la auténtica pesadilla: las canciones en sí.

Démosle un rápido repaso al festival de este año. No me he molestado en averiguar los nombres de los participantes ni de las piezas. Y por muy friki que parezca, sólo conocía al británico Engelbert Humperdinck, por ser un ídolo de juventud de mi madre y a Pastora Soler, que en mi adolescencia cantaba eso de corazón congelado, colorantes, estabilizantes, azúcar, sal y vinagre…(¡Todavía me acuerdo, mierda!) La mayoría optaron por cantar en inglés para asegurarse de entrada unos votos, aunque como siempre, hubo algunos valientes rebeldes que cantaron en su lengua natal, sobre todo de los países surgidos tras la desaparición de la antigua Yugoslavia. Como en cualquier reality show, en Eurovisión tenemos el dudoso placer de ver patrones repetidos cada año:

Representantes frikis

Los rusos han optado por ser representados por dulces y marchosas abuelillas ataviadas de traje regional, cociendo galletas en un horno de cartón-piedra y moviendo sus cucus de izquierda a derecha y viceversa. Defendiendo el honor melódico de Turquía, su cantante, vestido como marinero Jean-Paul Gaultieriano estaba arropado en todo momento por bailarines con capas de color morado-lavado sin Micolor dando voltios cual draculines a su derredor y simulando un barco velero con sus capas. La de Dinamarca no es que fuese muy friki, con su canción-plagio de Roxette, pero su gorro de marinero y sus estridentes hombreras recordando a las de los uniformes militares de la época de Otto von Bismark o las borlas doradas de unas cortinas de lujo y la contrabajista con aire de Grace Jones vigoréxica merecen una mención especial.

(Maci)zorras.

En esta modalidad, la tía buenorra de turno, con unos buenos jamones, potentes delantera y culo, partes estas de su cuerpo que sufren ataques epilépticos durante la duración de la actuación de su dueña, suele estar acompañada de un séquito de tías que también son agradables de ver, pero que por supuesto no son para tanto comparadas con la cantante para no eclipsar. Este ha sido en el caso de Chipre, que ha estado subiendo y bajando de un banco todo el rato. Vamos, participación en Eurovisión y operación bikini, un dos por uno en toda regla. Tanto la cantante griega como sus bailarinas femeninas tenían unas ropas muy cortas y ligeras, más que comprensible por la lamentable situación económica y las altas temperaturas de su país-(la canción se llamaba “Aphrodisiac”).

“Canciones románticas”- o canciones NO aptas para diabéticos.

Jamás nos libraremos, son mayoría de hecho, de las típicas baladas eurovisivas de amor o desamor, llevadas a cabo en solitario, como en el caso de Lituania. El título “Love is blind” (El amor es ciego), lo dice todo. El artista, un rubiales tirillas, estaba vestido a lo James Bond y empezaba con los ojos tapados con lo que parecía una venda de cristales Swarovski, marcando un tempo lento y con voz llorosa y acababa quitándose la venda con arrebato y haciendo un movimiento a lo Michael Jackson tocándose los huevos y moviendo rítmicamente las caderas. Tampoco faltó la mítica pareja mixta chico-chica, o bien agarraditos de la mano, o uno de ellos armado con un instrumento musical, como en el caso de la pareja islandesa-ella con violín. Finalmente, siempre tenemos que acabar soportando a los típicos grupos rockeros sensibleros, este año el caso de Alemania, en el que el vocalista tenía look de “soy guay” con gorro de cantautor popero americano a lo Jason Mraz y pendiente de aro en una de las orejas.

Representantes que dan miedo; no, perdón, QUE ACOJONAN.

La mujer que representaba a Albania: tenía un moño con forma de cesto de mimbre como esos de donde sale la cobra cuando escucha al flautista y su canción sonaba con un tono siniestro, plañidero. Mientras ella chillaba y se desgañitaba. Varias veces, una luz roja-sangre cubría el escenario-este es el rojo oscuro al que debe de referirse Darío Argento-. Gracias a Dios cantó en su idioma y no nos enteramos de lo que decía-o gritaba.

Efectos especiales para despistar.

Nunca faltan algunos representantes que añaden algún detallito al cual se desvíen los ojos del aburrido espectador. Por ejemplo, la francesa y la sueca se agenciaron unos chales de seda colgados de sus brazos que meneaban con giros de 360 grados y que creaban el estandarizado efecto contracorriente mediante unos ventiladores que quedaban fuera del plano del escenario. La sueca tuvo una lluvia de confetis como extra hacia el final de su actuación. Ucrania no se cortó, con 4 paneles hipermodernos y discotequeros que serían la envidia de David Guetta; ella vestida con un vestido a lo Salomé de flecos y con una corona de rosas en su cogote, acompañada de cuatro bailarines tíos buenos vestidos de manera ridícula y “tocando” la trompeta.

Algunos alternativos- modernoides.

Tampoco falta algún que otro grupo de rock demodé con aroma indie como los de Malta, con el cantante portando un frondoso tupé, una de sus manos enfundada en un guante de ciclista amarillo y la batería-cantante vestida de cuero de arriba abajo.

Mezclas de los géneros anteriores.

·         Frikismo con maci(zorra): Rumanía, cantando trozos en español, inglés, rumano y sali lali lali que creo que es algo dadaísta, acompañada por una banda compuesta de un acordeonista calvo, un negro a lo afro con tambor y un gaitero gafiplasti.

·         Frikismo que acojona con efectos especiales: Irlanda apostó por bombardearnos con unos gemelos con cara de Justin Bieber de edad indeterminada, vestidos con una ropa entre visitantes futuristas del espacio exterior, burbujas de Freixenet y caballeros medievales afeminados, dando saltitos todo el rato y mojándose en una fuente que habían colocado para tal cometido al final.

Del politiqueo y amiguismo de los votos paso de hablar porque ya es un tópico demasiado manoseado. Eurovisión tiene un halo irreal y surrealista. Es ese evento anual que para la mayoría de la población pasa por sus vidas sin pena ni gloria. Es un raro reducto de verdadera comunión europea, versiones descafeinadas del mercado musical de masas y frikismo simpático y bienintencionado. Eurovisión huele a “Atrapado en el tiempo” y a posmodernidad, auténtica posmodernidad. Eurovisión es digna de que David Lynch le dedique una película.
YU KYOUNG RYU

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