A las 21:00 suena el tonillo
solemne de siempre. Los eurofans ya saben a qué me refiero. y aparecen los
ganadores del año pasado castigándonos una vez más con la canción que ya habíamos
olvidado hace muchos meses. Luego viene el tradicional saludo de bienvenida por
parte de los presentadores en inglés y francés. Finalmente empieza la auténtica pesadilla: las canciones
en sí.
Démosle un rápido repaso al
festival de este año. No me he molestado en averiguar los nombres de los
participantes ni de las piezas. Y por muy friki que parezca, sólo conocía al
británico Engelbert Humperdinck, por ser un ídolo de juventud de mi madre
y a Pastora Soler, que en mi adolescencia cantaba eso de corazón congelado,
colorantes, estabilizantes, azúcar, sal y vinagre…(¡Todavía me acuerdo,
mierda!) La mayoría optaron por cantar en inglés para asegurarse de entrada
unos votos, aunque como siempre, hubo algunos valientes rebeldes que cantaron
en su lengua natal, sobre todo de los países surgidos tras la desaparición de
la antigua Yugoslavia. Como en cualquier reality show, en Eurovisión tenemos el
dudoso placer de ver patrones repetidos cada año:
Representantes
frikis
Los rusos han optado por ser representados por dulces y
marchosas abuelillas ataviadas de traje regional, cociendo galletas en un horno
de cartón-piedra y moviendo sus cucus de izquierda a derecha y viceversa.
Defendiendo el honor melódico de Turquía, su cantante, vestido como marinero
Jean-Paul Gaultieriano estaba arropado en todo momento por bailarines con capas
de color morado-lavado sin Micolor dando voltios cual draculines a su derredor
y simulando un barco velero con sus capas. La de Dinamarca no es que fuese muy
friki, con su canción-plagio de Roxette, pero su gorro de marinero y sus estridentes
hombreras recordando a las de los uniformes militares de la época de Otto von
Bismark o las borlas doradas de unas cortinas de lujo y la contrabajista con
aire de Grace Jones vigoréxica merecen una mención especial.
(Maci)zorras.
En esta modalidad, la tía buenorra de turno, con unos
buenos jamones, potentes delantera y culo, partes estas de su cuerpo que sufren
ataques epilépticos durante la duración de la actuación de su dueña, suele
estar acompañada de un séquito de tías que también son agradables de ver, pero
que por supuesto no son para tanto comparadas con la cantante para no eclipsar.
Este ha sido en el caso de Chipre, que ha estado subiendo y bajando de un banco
todo el rato. Vamos, participación en Eurovisión y operación bikini, un dos por
uno en toda regla. Tanto la cantante griega como sus bailarinas femeninas
tenían unas ropas muy cortas y ligeras, más que comprensible por la lamentable situación
económica y las altas temperaturas de su país-(la canción se llamaba
“Aphrodisiac”).
“Canciones
románticas”- o canciones NO aptas para diabéticos.
Jamás nos libraremos, son mayoría de hecho, de las
típicas baladas eurovisivas de amor o desamor, llevadas a cabo en solitario, como
en el caso de Lituania. El título “Love is blind” (El amor es ciego), lo dice
todo. El artista, un rubiales tirillas, estaba vestido a lo James Bond y
empezaba con los ojos tapados con lo que parecía una venda de cristales Swarovski,
marcando un tempo lento y con voz llorosa y acababa quitándose la venda con
arrebato y haciendo un movimiento a lo Michael Jackson tocándose los huevos y
moviendo rítmicamente las caderas. Tampoco faltó la mítica pareja mixta
chico-chica, o bien agarraditos de la mano, o uno de ellos armado con un
instrumento musical, como en el caso de la pareja islandesa-ella con violín. Finalmente,
siempre tenemos que acabar soportando a los típicos grupos rockeros sensibleros,
este año el caso de Alemania, en el que el vocalista tenía look de “soy guay”
con gorro de cantautor popero americano a lo Jason Mraz y pendiente de aro en
una de las orejas.
Representantes
que dan miedo; no, perdón, QUE ACOJONAN.
La mujer que representaba a Albania: tenía un moño con
forma de cesto de mimbre como esos de donde sale la cobra cuando escucha al
flautista y su canción sonaba con un tono siniestro, plañidero. Mientras ella
chillaba y se desgañitaba. Varias veces, una luz roja-sangre cubría el
escenario-este es el rojo oscuro al que debe de referirse Darío Argento-. Gracias
a Dios cantó en su idioma y no nos enteramos de lo que decía-o gritaba.
Efectos
especiales para despistar.
Nunca faltan algunos representantes que añaden algún
detallito al cual se desvíen los ojos del aburrido espectador. Por ejemplo, la
francesa y la sueca se agenciaron unos chales de seda colgados de sus brazos
que meneaban con giros de 360 grados y que creaban el estandarizado efecto
contracorriente mediante unos ventiladores que quedaban fuera del plano del
escenario. La sueca tuvo una lluvia de confetis como extra hacia el final de su
actuación. Ucrania no se cortó, con 4 paneles hipermodernos y discotequeros que
serían la envidia de David Guetta; ella vestida con un vestido a lo Salomé de
flecos y con una corona de rosas en su cogote, acompañada de cuatro bailarines tíos
buenos vestidos de manera ridícula y “tocando” la trompeta.
Algunos alternativos-
modernoides.
Tampoco falta algún que otro grupo de rock demodé con aroma
indie como los de Malta, con el cantante portando un frondoso tupé, una de sus
manos enfundada en un guante de ciclista amarillo y la batería-cantante vestida
de cuero de arriba abajo.
Mezclas de
los géneros anteriores.
·
Frikismo
con maci(zorra): Rumanía, cantando trozos en español, inglés, rumano y sali
lali lali que creo que es algo dadaísta, acompañada por una banda compuesta de
un acordeonista calvo, un negro a lo afro con tambor y un gaitero gafiplasti.
·
Frikismo
que acojona con efectos especiales: Irlanda apostó por bombardearnos con unos gemelos
con cara de Justin Bieber de edad indeterminada, vestidos con una ropa entre visitantes
futuristas del espacio exterior, burbujas de Freixenet y caballeros medievales
afeminados, dando saltitos todo el rato y mojándose en una fuente que habían
colocado para tal cometido al final.
Del politiqueo y amiguismo de los votos paso de hablar
porque ya es un tópico demasiado manoseado. Eurovisión tiene un halo irreal y
surrealista. Es ese evento anual que para la mayoría de la población pasa por
sus vidas sin pena ni gloria. Es un raro reducto de verdadera comunión europea,
versiones descafeinadas del mercado musical de masas y frikismo simpático y
bienintencionado. Eurovisión huele a “Atrapado en el tiempo” y a posmodernidad,
auténtica posmodernidad. Eurovisión es digna de que David Lynch le dedique una
película.
YU KYOUNG RYU
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