Este es un país en el que la gente es propensa
a adueñarse de los símbolos que son de todos en una política frentista
de “Estás conmigo o estás contra mí”
Los símbolos son importantes por que son la
proyección del subconsciente colectivo. Una imagen de la entelequia que siempre
son las aspiraciones y los anhelos de la sociedad.
De las banderas, una vieja canción decía “Las
banderas son trapos de colores, las medallas son chapas de hojalata….” La
adscripción a unos colores no supone el acatamiento de todo lo que postule el
que pretende administrar dichos colores.
Cualquiera que haya recorrido España sabe que
hay hondas diferencias en aspectos importantes sobre la visión del mundo que
pueden tener, por ejemplo, un gallego o un murciano. En lo básico todos nos
parecemos, pero hay condicionantes que marcan las diferencias. Como suelen
decir las diferentes confesiones cristianas al hablar las unas de las otras “Es
más lo que nos une que lo que nos separa” La aceptación de las diferencias de
los demás con un espíritu constructivo y no de “Arrimismo del ascua a la
sardina propia” seria la solución a una gran parte de los problemas que nos
aquejan.
La bandera roja y amarilla tradicionalmente ha
sido acaparada por la derecha ultra nacionalista, con la cual, la mayoría de
los españoles no se sienten identificados. Llevar la bandera bicolor
significaba ser “facha” Menos mal, que los triunfos deportivos, vividos por las
selecciones nacionales, durante una etapa de gobiernos de izquierda, han
democratizado algo el uso de la enseña.
Con la actual crisis que vive la institución
monárquica vuelve a ondear en muchos mítines y manifestaciones la bandera
tricolor de la república. Pues bien, con esta bandera ha pasado lo mismo que
con la otra. Se la han apropiado una serie de fuerzas de izquierda y parece que
si uno no comulga con sus ideas, no tiene derecho a sentirse republicano.
Los partidos políticos actuales son como esos
paquetes preparados para cocido o para paella que venden en los supermercados.
Tenemos que tragar con el paquete completo, aunque no nos guste el apio o las
chirlas.
Yo siempre desfilé con el paso cambiado, lo
cual me ha supuesto no pocos disgustos en la vida. Pero ahora que tengo unos
años, ni se, ni me da la gana seguir estas líneas de pensamiento empaquetado
que el mercado de las ideas nos ofrece.
Por último, no me gustaría terminar estas
líneas, sin felicitar al Real Madrid por su triunfo en la liga, a pesar de que
no esté nada de acuerdo con la forma de ser madridista que propone Jose
Mouriño. No me gustan sus formas, ni las de su guardia pretoriana (Karanka,
Cristiano, Pepe, etc) Tampoco me gusta Florentino Pérez, que no le desautoriza
cuando se pasa por el forro los más de 100 años de señorío y saber estar del
club. Yo era madridista antes, lo soy ahora y lo seguiré siendo cuando estos
señores se vayan.
Si van a Cibeles llévense paraguas
Doctor Miriquituli.
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