viernes, 20 de julio de 2012

22 de julio 1921 EL DESASTRE

Hacía varias semanas que los heliógrafos ardían en mensajes cifrados desde las abruptas crestas de las montañas del Rif. A finales de mayo cayó gracias a la defección de la policía indígena, una posición ocupada al otro lado del río Amekran, en el monte Bumeyan. En contra de todas las advertencias recibidas, el comandante general de Melilla, el teniente general Fernández Silvestre había seguido con su idea de alcanzar el río Kert para luego avanzar hasta la bahía de Alhucemas y una vez allí, apoyado por la armada, aplastar la rebelión de la cabila rebelde Beni-Urriagel. Le había hecho un juramento a su rey, a su amigo, ocuparía Alhucemas ese invierno y fundaría allí la ciudad de Alfonso. Después de lo de Bumeyan, el ejército había vuelto a cruzar el río y había establecido el puesto avanzado de Igeriben. Los rifeños no tardaron en asediarlo. En los días anteriores, tres columnas salidas desde Annual no habían conseguido romper el cerco de la posición sitiada, e Igeriben, finalmente, también había caído. Como en Bumeyan, apenas hubo supervivientes. Ahora la situación de Annual era insostenible. Rodeados de enemigos, sin apenas municiones, el agua hacia tiempo que se había agotado. Se bebían orines endulzados con azúcar. Al amanecer se había decidido la evacuación. Primero saldría una columna acompañando a los mulos cargados con los pertrechos y la artillería y después el resto de la guarnición. La idea era alcanzar la línea Ben Tieb- Dar Drius. Esta última posición con buena aguada, era idónea para acoger un gran número de hombres y bestias a la espera de los refuerzos que vendrían desde Ceuta, prometidos por el alto comisionado para Marruecos, el general Dámaso Berenguer.

-¡ASISTENTE, ASISTENTE!- Llamo el general Silvestre desde el interior de su tienda.

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL-

-Que ensillen inmediatamente mi caballo-

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL ¿ORDENA VUECENCIA ALGUNA COSA MÁS?-

-Cuando el caballo esté ensillado avísame-

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL-

 El asistente del comandante general de Melilla, un madrileño de apellido Méndez fue presto a cumplir las órdenes de Manuel Fernández Silvestre. El general era un individuo con un carácter muy vivo y era capaz de apalear a cualquiera que no obedeciera con escrupulosa exactitud sus órdenes. Méndez le había visto extrañamente sereno, casi imperturbable, tenía una botella de coñac abierta y un revolver sobre la mesa. El general Fernández Silvestre era una figura que parecía salida de tiempos pasados, de tiempos más heroicos, tal vez mejores. Era probada su valentía personal. Había participado desde casi su niñez en muchos combates, algunos cuerpo a cuerpo y había sido herido de bala y arma blanca en innumerables ocasiones, pero ¿Era este el hombre adecuado para dirigir un ejercito en una guerra moderna? Pensando en estas cosas, volvía de los establos el asistente con el magnifico caballo del general sujeto por las riendas. Lo ató a un poste junto a la tienda y se dispuso a comunicarle al general que su montura estaba lista.

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL ¿DA VUECENCIA SU PERMISO?-

-Adelante soldado, dígame-

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL, EL CABALLO DE VUECENCIA ESTA LISTO-

-Muy bien perfecto, toma esta carta y entrégasela al comandante F para que la hagan llegar hasta Melilla-

 -ORDENA VUECENCIA ALGUNA COSA MÁS-

 -Nada más, nada más ¡ AHORA A CORRER QUE VIENE EL COCO JAJAJAJA….!-

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL- DIjo el soldado cuadrandose antes de salir de la tienda

Evidentemente Fernández Silvestre se había vuelto loco. En el campamento reinaba una gran agitación, al parecer los moros habían atacado a la primera columna desde las alturas. Otra vez la policía indígena les había traicionado y se había unido a los harkeños.

 -¡Si los hubiéramos “matao a tos” cuando lo de Bumeyan…  por lo menos ahora tendríamos agua!- Dijo un soldado

-¿Alguien sabe donde está el comandante F? Tengo que entregarle una carta del general-

 -Ese tiene que estar ya por lo menos en Málaga tomándose unas copas- Le dijo el mismo soldado que maldecía a los áskaris.

 El soldado Méndez recogió su equipo y bajo un sol de plomo fundido, se unió a la columna que partía hacia el norte con la carta del general Silvestre metida en un bolsillo de su guerrera.

 Unas semanas después, Méndez, más muerto que vivo, conseguía hacer llegar la carta al 2º jefe de Melilla, el general Felipe Navarro. El día 9 de agosto el general Navarro rendía el fuerte de Monte Arruit a cambio de que se respetase la vida se los sitiados. Una vez fuera del fuerte los españoles desarmados, los moros les atacaron a traición matando a casi todos. Solamente dejaron con vida a 60 hombres de los 3000 que había en Monte Arruit.

EPÍLOGO

Del general Silvestre no se volvió a saber tras la evacuación de Annual. La versión más extendida de lo que sucedió con él, afirma que se voló los sesos en su tienda, otra versión dice que cayó luchando contra los moros junto al coronel Manella. En cualquier caso, su cuerpo nunca fue recuperado.

 La carta del general Silvestre iba dirigida a Su Majestad Alfonso XIII Rey de España y el contenido de la misma, para el que lo quiera saber, era el siguiente:

 Jueves 22 de julio de 1922.

Capitanía General de Melilla.
Posición avanzada de Annual, Protectorado español de Marruecos

Mi queridísimo Alfonso:

 Como español y como súbdito abnegado, te pido mis más humildes disculpas por no haber podido llevar a cabo la misión que me encomendaste. Todo está perdido, me ha abandonado la buena estrella que me había guiado hasta ahora en mis ya muchos años de carrera militar.

 Toda la culpa del desastre que sin duda se va a producir, es mía. Conozco el ejército, nací en un cuartel en Cuba hace casi 50 años y debí prever lo que ha pasado. Las guerras hace mucho tiempo que dejaron de ser un asunto de caballeros. Ahora las gana el dinero, la intendencia y las comunicaciones, no el valor.

 Recuerdo aún las veladas compartidas en palacio, en las que ambos, inclinados sobre los mapas, planeábamos la conquista de este pedazo de tierra y como llevaríamos al mismo, la civilización, el progreso y la doctrina cristiana en beneficio de estos bárbaros rifeños. Nunca podré fundar la ciudad de Alfonso en la bahía de Alhucemas y estoy muy consternado por ello.

 Mi honor como militar español me impide sobrevivir al oprobio de la derrota, así que cuando leas estas líneas, yo habré muerto.

Tu más leal súbdito, Manuel Fernández Silvestre.

 ¡VIVA ESPAÑA Y VIVA EL REY!

 Soldados en alpargatas, desnutridos, comidos por los piojos y en muchos casos enfermos; se enfrentaron con fusiles de tiempos de la Guerra de Cuba a un enemigo terrible que conocía a la perfección el terreno, todo para defender unos oscuros intereses mineros y dar empleo a unos mandos militares coloniales, tan incompetentes como corruptos. Una cifra cercana a los 20000 hombres pereció en el Norte de Marruecos en aquel terrible verano.

¡NUNCA SE LLEGARON A DEPURAR RESPONSABILIDADES!

Dr Miriquituli.










jueves, 5 de julio de 2012

YA ESTÁ AQUÍ LA CALOR

Ya está aquí “la caló” y la que nos queda de pasar. También es oficial el rescate a la banca Y LO QUE NOS QUEDA DE PASAR.

En Egipto, un país maravilloso que recomiendo visitar a todo el mundo cuando se calmen un poco las aguas (Si es que se calman) Han elegido el primer presidente democrático de su historia. También Hitler fue elegido democráticamente, eso si, una sola vez. Esperemos que los Hermanos Musulmanes no sientan la misma tentación que el  partido Nazi alemán, aunque no soy muy optimista en este aspecto después de ver el pelaje del personal afín: Mujeres con velos integrales, que por ir tapadas llevan tapadas, hasta las manos con guantes y hombres con barbas imposibles, que tienen un cayo en la frente de tanto rezar. Llámenme lo que quieran pero esa gente, a mi, no me parece trigo limpio, aunque de los corruptos militares que dirigen el país desde hace décadas no tengo un concepto mucho mejor.

En lo deportivo España va muy bien. La selección de futbol vence, aunque no convence del todo ¡Cuanto estamos echando de menos al Guaje Villa! En descarga del sabio salmantino, he de decir que los rivales tampoco nos lo ponen fácil para jugar vistoso, alineando nutridas defensas y líneas retrasadas de 4 centrocampistas, como Francia, un grande venido a menos. Lo que es de traca es lo de Fernando Alonso que sale en el puesto 11 y llega el 1º, un excelente deportista español del que muchos envidiosillos quisieron hacer leña creyéndole caído, cual olmo centenario de la colina.

Por otro lado sigo con mis pequeñas adicciones en las redes sociales. Sigo picoteando en la página de los integristas de “Republica Española” a los que ahora les ha dado por atizar al deporte español, lo mismito que hacía la ultraderecha durante el gobierno anterior. Acuérdense del apodo despectivo de “Ministro de Deportes” que le endosaron a Rodríguez Zapatero desde la Intereconomía y otros engendros mediáticos similares. Hay mucha verdad en que con el deporte se trata de tapar informativamente todo el resto de cosas que van mal (El viejo pan y circo de los romanos), pero es que a mi ya me gustaba el deporte cuando las cosas supuestamente “Iban bien”

Para estos “Hermanos Republicanos” que han sustituido las luengas barbas y los negros velos por mugrosas rastas y piercings en lugares incómodos, también para los de la vieja guardia, “los puros” , los que van a “trabajar” a su puesto de enlace sindical con las rebecas de punto a lo Marcelino Camacho, hechas por su “compañera en la convivencia” y el bocadillo de mortadela envuelto en las amarillas páginas de un ejemplar del Mundo Obrero rescatado de algún puesto de baratillo del Rastro, para estos y los otros cenizos del “cuanto peor, mejor” tengo una mala noticia:

SEPAN QUE, MAS TEMPRANO QUE TARDE VAMOS A SALIR ADELANTE, POR QUE LOS ESPAÑOLES SOMOS COMO NUESTROS DEPORTISTAS ¡COJONUDOS!

Hidrátense y procuren no emular a nuestros COJONUDOS DEPORTISTAS en las horas centrales del día.


Doctor Miriquituli.

lunes, 2 de julio de 2012

UN AÑO Y UN POCO MÁS -LA PROMESA-

En cuanto llegó a Melilla y tuvo un momento a solas, Santiago Reche examinó los documentos del cabo Fuster encontrados en el Peñón. Había una veintena de cartas cerradas, que el madrileño se abstuvo de abrir ya que iban dirigidas a una persona viva aún. El cuaderno de jorge Fuster era un diario de su puño y letra durante el periodo en que permaneció en la isla, incluido el tiempo que el peñón estuvo sitiado por los rifeños. Con una caligrafía esmerada iba relatando día a día todo lo acontecido en su estancia entre los años 1921 y 1922.

La primera tarde que salió del cuartel, Santiago Reche se dirigió a la calle de la Soledad, pero la mujer a la que llamaban “La vieja de los gatos” no se encontraba aún allí. Le preguntó a Paya, un moro enjuto y seco, que trabajaba como aguador. Por aquel entonces el agua de Melilla la Vieja no era potable. Algunas personas en 1986 aún se ganaban la vida acarreando pesadas garrafas desde una fuente que había por la zona del mercado. Este era el oficio de Paya, que así ganaba un salario de miseria con el que trataba de sostener a su numerosa prole. Algunos marineros ayudaban al pobre diablo a tirar del carro de las garrafas por las empinadas calles de la ciudadela cuando los mandos no les veían. Santiago era uno de ellos. El aguador, que sentía una gran simpatía y respeto por “Doña María”,informó al marinero de que María Medrano estaba en Córdoba, de donde era natural y que volvería a Melilla al mes siguiente. Santiago tendría que esperar a después del permiso para conocer a la misteriosa dama.

En la compañía mar habían pasado algunas cosas durante la ausencia del madrileño. En primer lugar había llegado un nuevo reemplazo, los que venían a sustituir en el estatus de “bichos” al reemplazo de Santiago. La segunda cosa tenía que ver con el sargento Fresno “Chupetín”. Una noche estando de guardia, supuestamente, unos moros habían tratado de agredir al centinela que se encontraba en la garita de la muralla. Era un bichín al que al parecer los moros solamente habían pedido fuego. El caso es que dio la voz de alarma. Sus gritos despertaron a toda la compañía y Chupetín, ni corto ni perezoso, salió a la calle pegando tiros al aire. Montó un escándalo terrible que despertó al general segundo jefe de Melilla, cuya residencia estaba un poco más arriba de la cia mar. El general interrogó al sargento, que con aire iluminado, hizo un relato confuso de lo que había pasado. Igual de incoherentes fueron las explicaciones del marinero que había dado la voz de alarma. Al día siguiente, el comandante ayudante del general fue a hablar con el capitán Villalba. En la compañía taparon el asunto dándole a Chupetín unas vacaciones o baja sin fecha fija de retorno. Volvería a la cia mar cuando hubiera superado su adicción al alcohol, aunque la versión oficial era que sufría un problema nervioso. Para cubrir la baja de chupetín, vino de la compañía de Ceuta un sargento recién ascendido de apellido Cabello. Era un individuo de unos cuarenta años, bastante alto y que se dejaba una barba corta que le daba un aspecto desaseado. El sargento Cabello siempre estaba comiendo pipas de calabaza. En general, aunque un poco chulo, era un tipo asequible para casi todo el mundo, menos para los “grifotas” contra los que mantenía su particular cruzada. A Santiago Reche y al resto de fumadores de canabis recién venidos de las islas los estaba esperando, ya que había sido informado por el cabo Espigares y las otras chivatas de quién era cada cual. El último cambio ocurrido durante la ausencia de Santiago era la reincorporación a la compañía del cabo Navarro, un melillero al que Vela había pillado inyectándose heroína en las letrinas de la compañía. Cualquier otro habría terminado preso en un castillo militar, pero Navarro estaba emparentado con Vela, en realidad casi todos los mandos de las dos compañías de mar tenían algún parentesco. Los Vela y los Luna eran las familias dominantes en Melilla y tanto el abuelo del actual sargento primero Vela como el de Luna habían sido capitanes de la cia mar de Melilla en el pasado. De momento el cabo Navarro se reincorporaba, teóricamente “limpio”, todo lo limpio que puede estar un yonki en la ciudad con más droga de España.

En cuanto pudo, Santiago se llevó toda la documentación al piso de Juan el cocinero. Le entregó las cartas personalmente, para que se las guardase hasta el momento de entregárselas a María Medrano. Esa misma tarde comenzó a examinar el diario del cabo Fuster.

Jorge Fuster, llegó al Peñón de Vélez de la Gomera en julio de 1921, en plena ofensiva del General Silvestre contra las kabilas de Abd-el-Krim. La situación en la isla y alrededores era tranquila; Jorge Fuster reseña al principio en su diario“irregularidades” en el suministro de alimentos para la tropa, alimentos que según el cabo no llegaban a las cocinas y que los mandos revendían a las cantinas y tiendas del peñón. Los soldados y marineros si no querían pasar hambre, tenían que comprar con su escasa paga los productos que los mandos les habían robado. En una de las primeras páginas da una relación de las cantidades de los suministros destinados a los militares de la plaza que traía un barco procedente de Melilla y la compara con el manifiesto de carga del buque, siendo escandalosa la diferencia. Especialmente amarga es su reflexión al trasegar 10 arrobas de aceite al depósito de la cocina:

Del barco Ciudad de Cádiz hemos descargado 10 arrobas de aceite con destino al destacamento militar. La mayor parte del contenido es agua de mar, al menos podía haber sido agua dulce ya que la tenemos racionada a tres cuartillos por hombre y día.

A principios de agosto el relato súbitamente da un giro inesperado:

2 de agosto de 1921

Hace más de 10 horas que una patrulla que fue con la recua de mulas a Cuatro Torres de Alcalá a comprar verdura y fruta partió del poblado de la playa. Tenían que haber vuelto hace mucho. Si esta noche no vuelven, mañana saldrá una patrulla por tierra y nosotros, la Compañía de Mar, con la buceta navegando cerca de la costa como apoyo. Por supuesto nadie se ha presentado voluntario para la misión y el sargento Vela me ha nombrado a mi jefe de la patrulla. Voy con cinco marineros más, 4 para los remos y “el Pepillo” de tirador.
Esperemos no tener que salir y que no haya pasado nada.

Sin duda el “Sargento Vela” que Jorge Fuster mencionaba en su diario era el celebre abuelo del actual Vela y que fue muchos años capitán de la cia mar

3 de agosto de 1921

Al amanecer hemos podido ver que todos los moros que comerciaban con nosotros han abandonado las casas de la playa esta noche.

Tras desembarcar una columna de 20 hombres, comenzamos a navegar paralelos a la costa hacia poniente. No remamos, solamente nos propulsamos con la pequeña vela latina de la embarcación. Observamos la costa con unos prismáticos e intercambiamos señales cada poco tiempo con los de tierra mediante un heliógrafo de bolsillo, siempre cuando estos se encontraban en algún sitio visible desde el mar.

Tras esperar a la patrulla más de una hora cerca de la ensenada de Cuatro Torres, decidimos acercarnos un poco más a la costa. De detrás de la islita que hay en la entrada de la cala han salido a nuestro encuentro 2 embarcaciones abriendo fuego contra nosotros. Tras repelerlos con nuestros Mauser, hemos puesto proa hacia el peñón.

Al llegar a la altura de la isla, hemos podido ver cómo en la playa, parapetados en las casuchas de los pescadores, combatían los supervivientes de la patrulla. Desde el peñón tableteaban las ametralladoras y los 4 cañones Krupp de 90mm lanzaban silbantes proyectiles cuyos impactos en apariencia blandos levantaban nubes de tierra y piedra en los cercanos cerros. Nos acercamos a la costa y tras la escasa protección del costado de la embarcación disparamos sobre los enemigos más cercanos. Nuestra intervención permitió a los soldados que se batían en la playa alcanzar la buceta. A duras penas pudimos alcanzar la pequeña playa cercana al muelle. Hemos vuelto de la patrulla, el grupo de marineros y 6 soldados, 2 de ellos heridos de bala.

Ya en el peñón nos informan de que los moros han cortado los cables que nos unía a Ceuta y a Melilla. Estamos sitiados e incomunicados. En menos de 48 horas han muerto o desaparecido más de 20 hombres y aquí hay mas de 300 personas, un tercio civiles, entre ellos muchas mujeres y niños. Hay provisiones y agua para menos de un mes y lo peor es que no sabemos nada de lo que ha ocurrido ahí fuera.

4 de agosto de 1921

Toda la noche hemos estado escuchando los gritos de 4 soldados de la patrulla que los moros capturaron ayer. Los han estado torturando en la playa. Por la mañana, sus cuerpos terriblemente mutilados han aparecido clavados en las paredes de las casas de los pescadores.

Cada vez se está reuniendo una harka mayor de moros enemigos que disparan desde todas partes. Estamos fortificando nuestros puntos débiles con piedras y sacos terreros.

El único punto que se libra de los disparos por su orientación, es la caleta del cementerio. Hemos bajado con una escala de gato y hemos calado un trasmallo que hemos recogido a las pocas horas lleno de peces.

Al menos con buena mar, no nos faltará el pescado,

El cabo Jorge Fuster sigue narrando las vicisitudes del asedio aún esperanzado en el rescate, hasta que en el mes de octubre aparecen en escena los guerreros de la Kabila Beni-Urriagel, la misma a la que pertenecía Abd-el-Krim
12 de octubre de 1921

Han comenzado a llegar moros de otras tribus, mejor armados y más disciplinados que los Gomara, que es la tribu que vive en esta zona. Al parecer son de la Kabila Beni-Urriagel de la zona de Alhucemas. Tienen fusiles modernos, ametralladoras y un par de pequeños cañones. Todo este material solamente puede proceder del ejército español. Tememos que las tropas del general Silvestre hayan sufrido algún percance serio. Antes de venir aquí habían comenzado la penetración hacia el interior del país, para tratar de alcanzar el valle de Alhucemas. Tememos una inminente invasión y vigilamos permanentemente la costa.

Al menos las últimas tormentas han llenado los aljibes, pero hay demasiadas bocas que alimentar y la escasez se ceba en los más débiles. En la última semana hemos enterrado a 2 niños pequeños. Se hace cada día más urgente un rescate de la población civil.

Algunos que entienden tamazight dicen haber entendido a los moros que el líder de la harka Beni-Urriagel Abd el Krim ha unido a todas las tribus del Norte de Marruecos en una yihad o guerra santa contra los españoles.

14 de octubre de 1921

Hoy cumplo 22 años hace más de 4 meses que no se nada de mis seres queridos ¡Como hecho de menos a María! ¿Que estará pasando en Melilla, para que todavía no hayan mandado ningún barco a auxiliarnos?
Los hombres cada día están más hartos de las arbitrariedades de los mandos. Pepillo afirma que ha visto al sargento Vela usar agua dulce para asearse. La tropa se queja cada vez más abiertamente de la escasez de agua y comida y de los inacabables servicios de armas.

¡Parece como si tuviéramos al enemigo también aquí dentro!
16 de octubre de 1921

¡Hemos sufrido un intento de invasión! Una veintena de embarcaciones se ha dirigido a primera hora de la mañana contra la isleta, que es el punto más cercano a la costa, mientras una lluvia incesante de proyectiles caía sobre el resto del peñón. Los rifeños han llegado a poner pie en tierra y ha costado cerca de 4 horas desalojarlos. Hemos tenido 10 bajas 4 muertos y 6 heridos, a estos últimos con la escasez de suministros médicos más les valía haber perecido en la isleta.
En todo momento las ametralladoras han estado apuntándonos a nosotros, incluso han hecho fuego contra el puente cuando hemos tratado de replegarnos por el empuje de los moros, eso si, yo y un cabo de infantería fuimos los únicos mandos que han bajado a la isleta a defenderla. Los mismos que nos matan de hambre y sed dentro, nos envían a morir a los puestos más peligrosos.

Estoy tan cansado que no me tengo en pie. Tengo la cara y el hombro hinchados por el retroceso del Mauser. Pero aún mantengo la firme determinación de sobrevivir y contar un día las injusticias que estamos sufriendo a manos de esta banda de cobardes y ladrones que tenemos al mando, en esta guerra injusta e inexplicable.

20 de octubre de 1921

Se ha metido muy mal tiempo, por lo que podemos descartar de momento un nuevo intento de invasión. Hemos aprovechado la tregua que nos ha concedido el clima para fortificar y minar la isleta.
Seguimos esperando noticias pero por aquí no ha aparecido ningún barco o avión que nos informe de la situación ahí fuera. Parece como si el mundo se hubiera olvidado de nosotros, todos menos los rifeños que disparan en cuanto detectan cualquier movimiento en la roca. Dicen burlándose, que han acabado con todo el ejército de Melilla y que estamos nosotros solos.

Ya no sabemos que creer.

A Santiago le arrestaron una semana, como era costumbre cuando había que hacer algo en la compañía. Esto hizo que momentáneamente tuviera que abandonar la lectura del diario del cabo Fuster. En esa época del año, en todos los cuarteles de Melilla se fumigaba y después se encalaba toda la compañía. El encalado es un sistema eficaz y económico de desinfección y desinsectación en sitios donde hace calor. En el pañol de la plaza de los aljibes había una calera. No era más que un pilón grande donde se mezclaba la cal viva con agua. El óxido de calcio o cal viva al mezclarse con el agua produce una reacción química que desprende gran cantidad de calor y gases nocivos por lo que hay que dejar un par de días que se convierta en cal muerta o apagada antes de usarla como pintura. Santiago Reche estaba junto con el cabo Navarro vertiendo cuidadosamente varios sacos de cal en el pilón, preparando la mezcla para proseguir con los trabajos de encalado, cuando Navarro se marchó hacia el fondo del pañol alegando que tenía que buscar unas cosas, aunque Santiago sabía perfectamente que el de Melilla se iba a meter “un tiro” de algo.

-Voy a ver si encuentro más cubos y más escobones en el otro pañol. Ten cuidado madriles, que como te caigas a la calera, mañana recogemos tus huesos-

Santiago echó el último saco de cal viva al pilón y removió un poco la lechada antes de marcharse a la compañía a seguir encalando con el resto del “pelotón de castigo” cuando le pareció tocar algo con el legón. Dejó la herramienta junto a la calera y se asomó a la misma. Al principio no veía nada pero al posarse la cal en el fondo del pilón, vio dentro un rostro conocido. Era Jorge Fuster con los ojos cerrados y una fea herida en la sien. Santiago Reche se quedó atónito mirando el sereno rostro del cabo que al poco desapareció hundiéndose en la blanca lechada. Cuando finalmente reaccionó tras la extraña visión que acababa de tener salió a la calle. Sintió un gran alivio al dejar de respirar el aire viciado de la calera. Así, pensando en lo que acababa de ver, Se quedo un rato sentado en las escaleras de la plaza de los Aljibes. Al poco salió el cabo Navarro fumando un cigarrillo, con la boca torcida en un feo rictus y la frente perlada de gotas de sudor.

-¿Qué haces ahí sentado gilipollas, tú te quieres ganar otros 7 días de arresto? Además ¡Vaya cara que tienes de “colgao”! Como te vea fumando porros vas “palante”. Tira para la compañía y que no te vea dejar de encalar.-

Santiago no había fumado ni bebido pero no dijo nada y obedeció al cabo.

Por fin terminó el arresto y Santiago Reche pudo salir a la calle. Lo primero que hizo fue fotocopiar el diario del cabo Fuster y enviar la copia a Madrid por si le volvían a arrestar. Así al menos podría examinar el documento durante su permiso para el que cada día faltaba un poco menos.

No se había equivocado. La situación política de Melilla se enrarecía por momentos. Al final del mandato de la UCD, el gobierno español había aprobado la controvertida ley de extranjería, en la que se contemplaba dar un DNI provisional a la mayoría de la población musulmana de Melilla mientras tramitaban su nacionalidad española. Por aquel entonces, había irrumpido en la escena política un oscuro personaje, Aomar Mohamedi Dudu, que salvando las distancias, su curriculum tenía ciertos paralelismos con el del mítico líder rifeño Abd el Krim. Musulmán, nacido en Melilla, era un individuo escurridizo. Se había licenciado en económicas en la península y llego a ser el primer funcionario público musulmán de la ciudad. A la vez mantenía una gestoría que tramitaba los permisos de la comunidad musulmana. Durante un tiempo militó en el PSOE del que finalmente le acabaron expulsado, alegando que era un agente de Hassan II. Con el concurso de Dudu, el reino Alahuita pretendía obtener una regulación masiva de musulmanes residentes y transeúntes, dejando así en minoría a los descendientes de los peninsulares, en una especie de nueva Marcha Verde silenciosa. El caso es que había formado una asociación llamada Terra Omnium, que cada vez que convocaba una manifestación o cualquier otro tipo de acto político, de facto suponía el acuartelamiento de toda la guarnición militar de la plaza.

En la compañía, los marineros aguantaban como podían este nuevo arresto impuesto desde fuera. A Santiago Reche solamente le quedaba una semana para irse de permiso.

Tenía ahorradas unas 20 000 pesetas entre dinero suyo y dinero que le habían mandado desde Madrid. Con esa cantidad esperaba comprar en el poblado entre 250 y 300 gr. de hachis de la mejor calidad, que vendido por“talegos y medios talegos” en la península podía multiplicar en más de 10 veces su valor. A sólo 3 días de su permiso, permitieron salir de paseo a los marineros. Santiago tenía que aprovechar esa tarde para subir al poblado y pillar, si se quería llevar algo de mandanga para la península. No quería que se supiese la cantidad que se disponía a adquirir, así que subió sólo. Ya en el poblado, Santiago se dirigió deprisa hacia la casa de la Larga. Al doblar una esquina vio a un par de individuos que salían de una jaima para montarse en un coche ¡Eran el sargento Vela vestido de paisano y le acompañaba nada menos que Inchausti! Sí, no había ninguna duda era el de Bilbao. Tenía el pelo más largo y vestía de civil, pero era él. No le habían visto. Santiago desando un trecho del camino y se metió en una tenducha donde compró una lata de refresco, que bebió junto a las cortinas de la puerta hasta que vio marcharse al coche de Vela. Varios moros desconocidos le ofrecieron hachís en el pequeño comercio, oferta que él rechazó alegando “Que no había venido a comprar que había quedado con un amigo del Tercio” Santiago se marchó de la tienda seguido por cuatro moros atosigándole. Se metió en casa la Larga, compró la cantidad que había calculado, en tres posturas que se metió en los calzoncillos, luego salió en dirección a la parada de autobús que había junto a la puerta del cuartel de la Legión, pero los moros le estaban esperando.

-Español racista, hijo de puta, ahora nos vas a dar todo lo que lleves- Dijo el que parecía llevar la voz cantante.

Santiago vio el brillo de una hoja de metal en la mano del moro. La cosa se ponía fea de verdad.

-Bueno bueno, tranquilos, os lo doy, pero no me hagáis nada-Dijo Santiago dando un paso atrás, para luego tomar impulso y arrollar al moro que había junto al de la navaja.

Después de dar con él en el suelo y ante el momentáneo desconcierto de sus asaltantes, comenzó una carrera desesperada con la intención de alcanzar la carretera y el cuartel del Tercio, pero al grupo de moros se iban sumando otros que había por la calle y finalmente acorralaron a Santiago, un poco antes de llegar a la carretera.
-Vamos a desnudarle- Dijo el moro que llevaba la navaja

Santiago sintió unas manos que desde atrás trataban de asirle. Se volvió con presteza y propino un puñetazo en la cara al que le había agarrado. Mientras forcejeaba con el moro al que le había dado la ostia, sintió un pinchazo en las costillas que le hizo volverse para el otro lado facilitando que un par de individuos le pudieran asir de los brazos. Entonces Santiago recordó lo que Paco Checa le había dicho sobre la Legión la primera vez que había subido al Poblado.

-¡A MI LA LEGIÓN! ¡A MI LA LEGIÓN! Comenzó a gritar con todas sus fuerzas.

Los moros dudaron y comenzaron a mirar a todas partes. Un par de lejías salieron de una casa y al ver que los moros les superaban en número, a su vez gritaron también:

-A MI LA LEGIÓN-

Pronto salieron más legionarios de las casuchas y los moros soltaron a Santiago. El resonar de las botas de un pelotón armado que se dirigía al lugar a paso ligero, hizo que los asaltantes se dispersaran cada uno en una dirección. La patrulla comandada por un cabo de raza negra acompañó a Santiago hasta la parada.

-¿Estás bien popeye? ¿Te han hecho algo?- Preguntó el cabo

-Creo que me han pinchado en la espalda- contestó el marinero.

-Déjame verlo, nada, es un simple pinchazo. Cuando llegues a la cueva que te lo desinfecten por si acaso ¿Sabes que nos debes una? Aquí no debes de venir nunca solo-

-Muchas gracias cabo, así lo haré-

Finalmente Santiago Reche cogió el autobús y se fue directamente a la compañía. Tenía miedo de que el incidente en el Poblado hubiera llegado a oídos de los mandos de la cia mar, por lo que opto por pasar primero por las cocinas a dejar el hachís y a curarse la herida.

-¡Joder Chaval, que pedazo de posturones!- Dijo Juan el cocinero cuando vio el costo que había pillado Santiago en el Poblado.

-Que sea la última vez que te subes tú solo. Antes de llegar yo a Melilla contaban que los moros trincaron en el poblado a un chaval que se fue solo a pillar y le pusieron el “bulla” como un bebedero de patos. No es broma, es un sitio más peligroso de lo que parece-

La herida de la espalda era bastante superficial, en parte por que Santiago en el momento de la agresión llevaba la “lanilla” debajo de la blusa de “bonito”, una especie de chaleco de un tejido similar a borra que servia como prenda de abrigo. Juan limpió el puntazo con un trapo empapado en Johnny Walker y le dejo una camisera que a diferencia de la guerrera y los pantalones del cocinero, estaba deslumbrantemente blanca. A Santiago durante el pase de retreta le temblaban las piernas. Después del subidón de adrenalita de por la tarde, empezaba a darse cuenta de lo imprudente que había sido y del peligro real al que había estado expuesto. Luego estaba lo de Vela e Inchausti, ahora sabía a que se refería Paco Checa al decir que el vasco “no estaba solo” Era un asunto espinoso en el que no querría verse involucrado. Esa noche le tocó 6 de guardia, lo cual suponía pasar los 2 últimos días antes del permiso de servicio, a la mañana siguiente guardia y un día después cocina ¡Perfecto! Así se mantendría ocupado, justo lo que necesitaban sus maltrechos nervios. Se lió un canuto en las duchas con una china que había guardado y tras fumárselo, se marchó a dormir.

La guardia pasó tediosa como siempre. Al día siguiente de la guardia, en la cocina, bastante más tranquilo que 2 días antes, Santiago preparó el hachis para pasarlo a la península. Primero vació el contenido de un bote de champú grande y otro de gel. Luego introdujo en cada bote un par de bolsas, una dentro de la otra y desmenuzó las tarfas de hachis en la bolsa interior de cada uno de los botes, cerró las bolsas con nudos y con unas gomas y por último relleno cada uno de los botes con su primitivo contenido tirando el sobrante.

Finalmente los marineros del reemplazo de Santiago Reche se marcharon un mes de permiso. El viaje, aunque largo, transcurrió bastante bien para el madrileño, no así para unos de artillería que conocía de cuando recluta. Los artilleros sacaron hachis en el tren y se pusieron a fumar porros. Unos guardias civiles que viajaban de paisano les detuvieron y les incautaron la droga. A aquellos chavales se les iba a caer el pelo.

Al principio en su barrio, Santiago era el chico de moda, una moda que duró lo que le duró el hachis. De todas maneras era agradable la vida civil, donde no había que aguantar órdenes, ni insultos de ningún imbecil que se creyera más que uno, al menos durante el mes de permiso. La familia, los amigos, la libertad de horarios, el caso es que el mes se pasó mucho más rápido de lo que Santiago hubiera deseado.

Unos pocos días antes de su vuelta a Melilla, Santiago retomó la lectura del diario por donde lo había dejado. En el invierno de 1921-1922 los víveres y la munición iban siendo cada vez más escasos en la isla. La guarnición y la población civil seguía una monótona dieta a base de pescado, lo que provocó que apareciesen algunos casos de escorbuto. Según van pasando los meses, los rifeños aumentan su acoso al peñón trayendo nuevas piezas de artillería servidas por mercenarios, veteranos de la primera guerra mundial de diferentes nacionalidades, alemanes, franceses, ingleses, etc., mercenarios expertos, que durante más de 4 años de guerra, han combatido en los campos de batalla de Europa. La población civil permanece oculta casi todo el tiempo en el laberinto de túneles que horadan la roca y las tropas están cada día más cerca de amotinarse. Especialmente amarga para Jorge Fuster es la fecha del 2 de enero de 1922

2 de enero de 1922

Hoy al amanecer hemos fusilado al Pepillo.

El día de Navidad los soldados y marineros del peñón hicieron una fiesta improvisada: Se cantaron canciones y se repartieron algunos juguetes de fabricación casera a los niños y niñas de la plaza ¡Poca cosa! Todo ello sin descuidar en absoluto las guardias ni ningún otro servicio imprescindible, incluso el comandante jefe del Peñón, vio estas celebraciones con buenos ojos, como algo que ponía un punto de normalidad en una situación tan excepcional como la que estamos viviendo en la que no sabemos si saldremos con vida de esta roca.

El caso es que varios marineros de la compañía estaban en la puerta del destacamento celebrando la navidad. Pepillo era un gitano del Sacromonte granadino y tenía mucho arte cantando y tocando la guitarra. Así estaba el grupo tocando palmas y bailando al son de la guitarra, cuando, bajó el cabo Luna y dio la orden de que comenzaran a llenar sacos de tierra y los llevaran a la parte alta del peñón. Pepillo le contestó que “en cuanto terminase aquella canción comenzarían con los sacos”Luna le arrebató la guitarra de las manos y la golpeó contra una pared destrozando la caja. Pepillo, aunque no levantaba más de un metro y medio, cogió al corpulento cabo de la pechera y lo tiró al suelo donde le pateó a placer, luego cogió un remo roto con intención de romperle la cabeza, pero el sargento Vela que había salido de su casa al oír el alboroto, disparó contra el Pepillo con su pistola. La bala no alcanzó ningún órgano vital, pero el granadino quedó mal herido. Ese mismo día los mandos del peñón le formaron un consejo de guerra y le condenaron a muerte.

Hoy hemos tenido que fusilarle nosotros, sus compañeros. Yo he mandado el pelotón. Lo han traído tumbado sobre una puerta vieja entre 2 soldados. Le han amarrado a la puerta y la han puesto de pie. Al ir a taparle los ojos, aunque estaba muy débil, me ha indicado con un gesto que no lo hiciera y me ha susurrado al oído: “Tu que tienes letras, tienes que salir de aquí y contar lo que nos ha pasado, lo que estos hijos de puta nos han estado haciendo”

Hace mucho frío sobre todo por las noches, Se siguen concentrando moros ahí fuera, no respondemos a su fuego, reservamos las municiones para repeler un posible asalto

¡Ojalá hubiésemos guardado también las 4 balas que mataron al Pepillo!

La cosa cambia poco durante todo el invierno. Con la llegada de la primavera se produce el primer tímido contacto de España con la guarnición del Peñón de Vélez.

27 de marzo de 1922

Al atardecer, un barco de guerra con bandera española se ha acercado al peñón, a una distancia donde las baterías de los moros no le podían alcanzar. Mediante una linterna de señales han pedido novedades sobre el estado de la guarnición. Les hemos dado un informe detallado y les hemos preguntado por la evacuación a lo que no han contestado nada, sin duda por que los moros podían ver las señales del barco igual que nosotros.
¡Por fin una buena noticia! Aunque la incertidumbre sobre nuestro futuro sigue.

Después de ese fugaz contacto, como si presintieran alguna acción militar inminente de la armada, los rifeños arreciaron sus bombardeos y concentraron un mayor número de efectivos en la zona. El intenso bombardeo de la artillería mora acaba de destruir las pocas construcciones que quedan en pie y la población se tiene que trasladar a vivir a los oscuros y lóbregos túneles del peñón, sin más luz que la de alguna triste vela. Los mandos de la guarnición barajan la posibilidad de rendir la plaza ante lo insostenible de la situación, pero en la madrugada del 13 de abril de 1922 Jueves Santo, aparece de nuevo en escena el buque de guerra con el que se comunicaron un par de semanas antes.

13-14 de abril de 1922

Ha vuelto a aparecer el barco con el que intercambiamos señales el 27 de marzo. Es el acorazado España, esta vez se ha acercado más al peñón, tanto que los moros le han disparado un par de cañonazos que no le han alcanzado, por lo que han desistido de seguir tirándole.

A media mañana para sorpresa de toda la guarnición ha emergido en la cala del cementerio un submarino. Habíamos oído hablar de esta nueva arma, pero la mayoría solamente la habíamos visto en cine o en fotografías. El comandante de la nave ha parlamentado con el comandante de la guarnición y han decidido que al caer la noche, este sumergible, el Isaac Peral y otro que hay por la zona, van a intentar la evacuación del personal civil de la roca, casi 100 personas. Primero se evacuará a los niños y a las mujeres y luego a los hombres no combatientes. Aprovechando que no hay luna, los submarinos meterán la proa en la caleta del cementerio, por donde embarcará la gente. El problema es que muchos no son capaces de descender por la escala de gato, menos de noche cerrada. Va a haber que arriarlos con el pescante dentro de un serón. Tenemos que ser muy sigilosos en la maniobra, cosa bastante difícil dado que tiene que intervenir mucho personal y tenemos que embarcar una veintena de niños pequeños. Además el estado de la mar no es demasiado bueno, hay mucha mar de fondo y las olas rompen con fuerza contra la caleta, aunque parece que el viento se ha calmado y para la hora de la evacuación, las 23,00, esperamos que las condiciones de la mar hayan mejorado bastante.

La Compañía de Mar tiene un cometido muy sensible en toda esta operación, tenemos que ayudar a que los submarinos puedan fondear en la cala. Una parte de los marineros en la caleta del cementerio, tendrá que preparar los cabos para amarrar la proa del submarino. También deberán arriar e izar un botalón improvisado para que pueda subir la gente desde tierra a la cubierta. La parte más complicada de la maniobra es preparar el amarre de popa. Se tiene que hacer con una embarcación y lo único que no han destruido los cañones de los rifeños es un pequeño chinchorro que se encuentra en el muelle, fuera del recinto fortificado, en la zona más expuesta a las balas del enemigo. Me he ofrecido voluntario para esta misión, ya que soy el mejor nadador del peñón y así espero alcanzar el muelle.

Ya es de noche, pero aún quedan más de 2 horas para la evacuación. El laberinto de túneles tiene una salida cercana al charcón. Hemos pasado por una sala con huesos humanos encalados en las paredes, al parecer son los muertos durante una epidemia de fiebre amarilla que hubo en el siglo XVIII ¡Espero que mis huesos no queden aquí como los de esos pobres diablos! Apagamos las linternas un poco antes de salir para que los moros no puedan ver el reflejo, luego me arrastro entre las rocas hasta la orilla del mar.

El agua está muy fría. Llevo puesto solamente un calzón y una camiseta para no arañarme. Nado braceando lentamente para no hacer ruido los 200 m que hay hasta el embarcadero. De repente desde la playa, los moros alertados por el ruido han disparado una bengala. A unos pocos metros de la roca tras la que me oculto, una foca monje nada indiferente buscando su cena. Los moros han debido de pensar que yo era la pareja de la foca y siguen a lo suyo. Ya en el muelle, empujo el chinchorro hasta el agua donde cae con poco ruido. Desato los remos de la bancada y con las mismas ligaduras preparo los estrobos. Remojo los estrobos y los toletes para que no chirríen al remar, primero lentamente y luego con más energía tras doblar la punta de la isleta, remo hacia la cala del cementerio. La noche es tan oscura como boca de lobo y pese a que mis ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad corro el peligro de encallar y romper el fondo de la embarcación. Me oriento buscando la Estrella Polar y remo un buen rato en dirección a levante, luego tomo rumbo Norte y no tardo en ver la linterna sorda, que a modo de faro, han puesto mis compañeros en la cala del cementerio. No hay tiempo que perder, me dirijo a la velocidad que me permiten mis brazos hasta la cala y cargo a proa del chinchorro un pesado arpeo de hierro empatado a un cabo grueso y un ramal de cadena. Alineando dos linternas me marcan el rumbo hacia donde tengo que navegar antes de arrojar el ancla por la borda. Navego así hasta que ya fuera de puntas largo el arpeo y regreso a cargar otro. Una vez finalizada la maniobra, se abre un compás de espera hasta la llegada del submarino.

A la hora convenida, el negro sumergible emergió delante de la cala y se dirigió silencioso, usando solamente propulsión eléctrica hacia la linterna. Los marineros amarraron el submarino con los cabos facilitados por los miembros de la cia mar. Una vez bien atracado el submarino, arriaron el botalón que hizo un “Clonc” sordo al golpear contra la chapa del buque. Comenzaron a bajar dentro del gran serón de esparto, primero los niños menores con sus madres, luego niños más mayores solos y casi todas las mujeres. El submarino Isaac Peral estaba lleno de gente, 52 personas evacuadas. Hacia las 2 de la mañana zarpó en dirección al acorazado España. Pocos minutos después emergió el segundo sumergible y continuó el trasvase de civiles. Antes de las 5 de la mañana todos habían sido evacuados, menos un cantinero y la morita que le ayudaba en la cantina que no se quisieron ir del peñón. Al amanecer el acorazado se acercó a la costa y estuvo cañoneando más de una hora sobre las baterías de los moros, silenciando la mayor parte de ellas.

En menos de dos semanas han prometido volver y reabastecernos.

Efectivamente en dos semanas los submarinos reabastecieron el Peñón de Vélez de alimentos, agua y municiones. Poco después una escuadrilla de 6 aviones procedente de Ceuta destruyó los pocos cañones rifeños que el acorazado España había dejado operativos. Al mes siguiente 50 legionarios vinieron a substituir a los extenuados soldados de infantería. Finalmente Jorge Fuster salió del Peñón de Vélez hacia mediados de junio. Está fue la última anotación en su diario:

12 de junio de 1922

Al parecer es inminente nuestro relevo, casi un año hemos pasado en este lugar extraño, dejado de la mano de Dios. En estos meses han sucedido demasiadas cosas como para que las podamos olvidar, tanta muerte y tanto sufrimiento por estos cuatro palmos de roca.

Los soldados del último relevo nos han contado que en Melilla han abierto varios expedientes por faltas disciplinarias a soldados que defendieron el peñón a sangre y fuego, condenándoles al reenganche forzoso ¡Otros tres años en esta guerra absurda! Una guerra que según los recién llegados, España está muy lejos de ganar. Al parecer desde Annual hasta Melilla, miles de cadáveres mutilados y profanados siembran las montañas desde la desastrosa campaña del General Silvestre el año pasado. No culpo a los rifeños, un pueblo valiente y orgulloso. Si un enemigo invadiera mi tierra yo haría exactamente igual que hacen ellos. Los culpables son nuestros gobernantes y nuestros militares ¿Cómo vamos a colonizar a nadie, si en España aún mucha gente pasa hambre?

Debo de obrar con cautela, voy a esconder este diario. Ya lo recogeré o le pediré a alguien que lo haga por mí si no vuelvo al peñón. Si alguien lo viera estando yo aún en el ejército me costaría un expediente de guerra y cuatro balazos como los que acabaron con el Pepillo.

¡No he olvidado lo que le prometí el día que le fusilamos!

Santiago Reche volvió a Melilla tras su mes de permiso. No podía decir que hubiera echado de menos la cueva ¡Para nada! Pero ardía en deseos de ver a Doña María, entregarle las cartas y el diario de aquel que tanto la había querido. El madrileño le había llegado a apreciar leyendo su diario, pese a sus inesperadas apariciones. Santiago no creía para nada en la versión oficial, no creía que Jorge Fuster hubiese sido un desertor, más bien había sido un héroe.

Nada más llegar a la cueva le registraron el equipaje y le cachearon. Estaban de guardia Cabello y el cabo Navarro. Al parecer unos días antes hubo movida en el Ramix 32 (Artillería), uno de los cuarteles más grandes de la plaza. Un soldado recién llegado del permiso, había traído al cuartel varios tripis (Dosis de LSD) y él y otros compañeros los habían consumido en una noche de guardia. A uno que estaba en una garita le había entrado un brote sicótico y se había liado a tiros con cualquier cosa que se moviera. El final de aquel mal viaje había sido el cabo del relevo muerto y dos soldados mal heridos. Al francotirador lo tuvo que abatir un teniente de la Legión que tenía fama de ser el mejor tirador de Melilla.


Continuará....

Doctor Miriquituli.