viernes, 20 de julio de 2012

22 de julio 1921 EL DESASTRE

Hacía varias semanas que los heliógrafos ardían en mensajes cifrados desde las abruptas crestas de las montañas del Rif. A finales de mayo cayó gracias a la defección de la policía indígena, una posición ocupada al otro lado del río Amekran, en el monte Bumeyan. En contra de todas las advertencias recibidas, el comandante general de Melilla, el teniente general Fernández Silvestre había seguido con su idea de alcanzar el río Kert para luego avanzar hasta la bahía de Alhucemas y una vez allí, apoyado por la armada, aplastar la rebelión de la cabila rebelde Beni-Urriagel. Le había hecho un juramento a su rey, a su amigo, ocuparía Alhucemas ese invierno y fundaría allí la ciudad de Alfonso. Después de lo de Bumeyan, el ejército había vuelto a cruzar el río y había establecido el puesto avanzado de Igeriben. Los rifeños no tardaron en asediarlo. En los días anteriores, tres columnas salidas desde Annual no habían conseguido romper el cerco de la posición sitiada, e Igeriben, finalmente, también había caído. Como en Bumeyan, apenas hubo supervivientes. Ahora la situación de Annual era insostenible. Rodeados de enemigos, sin apenas municiones, el agua hacia tiempo que se había agotado. Se bebían orines endulzados con azúcar. Al amanecer se había decidido la evacuación. Primero saldría una columna acompañando a los mulos cargados con los pertrechos y la artillería y después el resto de la guarnición. La idea era alcanzar la línea Ben Tieb- Dar Drius. Esta última posición con buena aguada, era idónea para acoger un gran número de hombres y bestias a la espera de los refuerzos que vendrían desde Ceuta, prometidos por el alto comisionado para Marruecos, el general Dámaso Berenguer.

-¡ASISTENTE, ASISTENTE!- Llamo el general Silvestre desde el interior de su tienda.

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL-

-Que ensillen inmediatamente mi caballo-

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL ¿ORDENA VUECENCIA ALGUNA COSA MÁS?-

-Cuando el caballo esté ensillado avísame-

-A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL-

 El asistente del comandante general de Melilla, un madrileño de apellido Méndez fue presto a cumplir las órdenes de Manuel Fernández Silvestre. El general era un individuo con un carácter muy vivo y era capaz de apalear a cualquiera que no obedeciera con escrupulosa exactitud sus órdenes. Méndez le había visto extrañamente sereno, casi imperturbable, tenía una botella de coñac abierta y un revolver sobre la mesa. El general Fernández Silvestre era una figura que parecía salida de tiempos pasados, de tiempos más heroicos, tal vez mejores. Era probada su valentía personal. Había participado desde casi su niñez en muchos combates, algunos cuerpo a cuerpo y había sido herido de bala y arma blanca en innumerables ocasiones, pero ¿Era este el hombre adecuado para dirigir un ejercito en una guerra moderna? Pensando en estas cosas, volvía de los establos el asistente con el magnifico caballo del general sujeto por las riendas. Lo ató a un poste junto a la tienda y se dispuso a comunicarle al general que su montura estaba lista.

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL ¿DA VUECENCIA SU PERMISO?-

-Adelante soldado, dígame-

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL, EL CABALLO DE VUECENCIA ESTA LISTO-

-Muy bien perfecto, toma esta carta y entrégasela al comandante F para que la hagan llegar hasta Melilla-

 -ORDENA VUECENCIA ALGUNA COSA MÁS-

 -Nada más, nada más ¡ AHORA A CORRER QUE VIENE EL COCO JAJAJAJA….!-

 -A LA ORDEN DE VUECENCIA MI GENERAL- DIjo el soldado cuadrandose antes de salir de la tienda

Evidentemente Fernández Silvestre se había vuelto loco. En el campamento reinaba una gran agitación, al parecer los moros habían atacado a la primera columna desde las alturas. Otra vez la policía indígena les había traicionado y se había unido a los harkeños.

 -¡Si los hubiéramos “matao a tos” cuando lo de Bumeyan…  por lo menos ahora tendríamos agua!- Dijo un soldado

-¿Alguien sabe donde está el comandante F? Tengo que entregarle una carta del general-

 -Ese tiene que estar ya por lo menos en Málaga tomándose unas copas- Le dijo el mismo soldado que maldecía a los áskaris.

 El soldado Méndez recogió su equipo y bajo un sol de plomo fundido, se unió a la columna que partía hacia el norte con la carta del general Silvestre metida en un bolsillo de su guerrera.

 Unas semanas después, Méndez, más muerto que vivo, conseguía hacer llegar la carta al 2º jefe de Melilla, el general Felipe Navarro. El día 9 de agosto el general Navarro rendía el fuerte de Monte Arruit a cambio de que se respetase la vida se los sitiados. Una vez fuera del fuerte los españoles desarmados, los moros les atacaron a traición matando a casi todos. Solamente dejaron con vida a 60 hombres de los 3000 que había en Monte Arruit.

EPÍLOGO

Del general Silvestre no se volvió a saber tras la evacuación de Annual. La versión más extendida de lo que sucedió con él, afirma que se voló los sesos en su tienda, otra versión dice que cayó luchando contra los moros junto al coronel Manella. En cualquier caso, su cuerpo nunca fue recuperado.

 La carta del general Silvestre iba dirigida a Su Majestad Alfonso XIII Rey de España y el contenido de la misma, para el que lo quiera saber, era el siguiente:

 Jueves 22 de julio de 1922.

Capitanía General de Melilla.
Posición avanzada de Annual, Protectorado español de Marruecos

Mi queridísimo Alfonso:

 Como español y como súbdito abnegado, te pido mis más humildes disculpas por no haber podido llevar a cabo la misión que me encomendaste. Todo está perdido, me ha abandonado la buena estrella que me había guiado hasta ahora en mis ya muchos años de carrera militar.

 Toda la culpa del desastre que sin duda se va a producir, es mía. Conozco el ejército, nací en un cuartel en Cuba hace casi 50 años y debí prever lo que ha pasado. Las guerras hace mucho tiempo que dejaron de ser un asunto de caballeros. Ahora las gana el dinero, la intendencia y las comunicaciones, no el valor.

 Recuerdo aún las veladas compartidas en palacio, en las que ambos, inclinados sobre los mapas, planeábamos la conquista de este pedazo de tierra y como llevaríamos al mismo, la civilización, el progreso y la doctrina cristiana en beneficio de estos bárbaros rifeños. Nunca podré fundar la ciudad de Alfonso en la bahía de Alhucemas y estoy muy consternado por ello.

 Mi honor como militar español me impide sobrevivir al oprobio de la derrota, así que cuando leas estas líneas, yo habré muerto.

Tu más leal súbdito, Manuel Fernández Silvestre.

 ¡VIVA ESPAÑA Y VIVA EL REY!

 Soldados en alpargatas, desnutridos, comidos por los piojos y en muchos casos enfermos; se enfrentaron con fusiles de tiempos de la Guerra de Cuba a un enemigo terrible que conocía a la perfección el terreno, todo para defender unos oscuros intereses mineros y dar empleo a unos mandos militares coloniales, tan incompetentes como corruptos. Una cifra cercana a los 20000 hombres pereció en el Norte de Marruecos en aquel terrible verano.

¡NUNCA SE LLEGARON A DEPURAR RESPONSABILIDADES!

Dr Miriquituli.










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