Echando la vista atrás, ya son bastantes años, casi
cincuenta ¡MEDIO SIGLO! Comparo mi existencia con la de esos árboles tontos que
no se sabe ni como ni porqué crecen al lado del camino. Igual que el árbol, yo
probablemente no tendría por que estar aquí, pero aquí estoy e igual que el
árbol de una triste ramita he llegado a desarrollar hondas raíces, ramas
largas, abundantes hojas y un tronco de madera dura y pesada.
No doy mucho, como el árbol, si acaso ese “pan y quesillo”
flor de la falsa acacia, con el que en épocas duras los niños engañaban el
hambre y sombra de mi copa ancha en los meses de más calor. Poco más… tampoco
pido. Permanezco impertérrito ante el frío, el calor la lluvia o la sequía. No
me quejo. Estoy a lo mío sol a sol, luna a luna, anillo a anillo…
Me gustan los pájaros, como al árbol. Siento debilidad por
esta gente que vive a salto de mata, que si puede te quita algo pero que con su
bullicio y actividad rapaz dinamiza mí tiempo lento, vegetal, que nace del
tiempo más lento aún de la tierra y los astros.
Un tallo aún finito ha prosperado en mi base. Ya apunta
maneras de árbol alto y copudo pero aún es frágil y vulnerable a los conejos,
ratones y otros mil peligros que amenazan con truncar su desarrollo. Como el árbol,
no puedo hacer nada al respecto y esa es la principal y casi única causa de mis
desvelos
Espero que, solitario en la colina, el rayo que no cesa no
hienda aún mi tronco algo carcomido y polvoriento. A estas alturas del baile
todo podría pasar… Incluso que cuando pase el invierno, otro milagro de la
primavera vuelva a reverdecer mis ramas, dándole ocasión a algún poeta de
anotar este gracioso detalle en su libreta de campo.
Como veis, mis
aspiraciones son modestas como las del árbol, o quizá realistas, pero en un día
como este, 14 de febrero, no quiero dejar de acordarme de la tierra callada que
me sustenta. Podría haber enraizado en otra tierra pero lo hice en esta, a
veces dura y pétrea, a la que hay que buscar los recovecos de lo amable, pero a
veces también generosa cálida y acogedora.
Como un árbol, puede que no recuerde la foto del pasado
inmediato pero recuerdo muchas cosas. Recuerdo como si fuera ayer, la primera
ves que mis raíces se hundieron en tu tierra. Había muchas razones para que
aquello no durase, igual que las hay ahora, pero resulta que si duró…
Sol a sol, luna a luna, anillo a anillo… Un día,
inevitablemente, seré leña de árbol caído. Espero que esta leña no arda roja en
otro hogar distinto al mío, al nuestro. Mi mayor aspiración seria que, como un
árbol, acabara siendo parte de la tierra bajo mi tronco pero eso no está en mi
mano y seguramente tampoco del todo en las tuyas...